El árbol que se negó a caer : La historia de mateo y su abuela

Ganador/a  de Categoría Colegios: Evelyn Isabel Gimenez.

En un pueblito cercano a la selva misionera, vivía un niño llamado Mateo que siempre había sentido una conexión especial con los árboles.

Un día, mientras caminaba por un sendero poco explorado, se perdió y encontró un árbol diferente a todos los que había visto hasta entonces en las calles de su infancia. Su corteza era negra y rugosa, casi como si tuviera cicatrices de miles de años de historia. Al no conocerlo, no sabía sobre esa especie, pero algo en él le llamó la atención de inmediato.

Se acercó y, al levantar la vista, vio que, entre sus ramas, colgaban flores rosadas y lilas, las que contrastaban con el oscuro tronco, y de pronto pudo recordar que su abuela le había, un día, contado sobre un árbol nativo del sur de Misiones (el Handroanthus Heptaphyllus), que era muy fuerte por su madera resistente y valiosa, y también por sus propiedades medicinales, descubiertas por las comunidades aborígenes que habitaban el suelo colorado.

También le había relatado que florecía en invierno y que sus flores atraían a muchos insectos y pájaros, vínculo natural que ayudaba a mantener viva la selva, alegrando los montes con sus vivos colores y los alegres trinos.

Emocionado por el hallazgo, Mateo empezó a visitarlo todos los días. Poco a poco fue aprendiendo más al observarlo y al buscar información en Internet.

El lapacho negro no solo era bello, también tenía un papel muy importante en el ecosistema y la comodidad de las personas. Su madera se utilizaba para hacer muebles y casas, ya que por su dureza no se dañaban con el paso del tiempo ni por la acción de la humedad y de los insectos.

Pero lo más importante era la presencia con la que se imponía en el paisaje: con su gran tamaño, su copa florida y su vitalidad, era admirable, convirtiéndose en refugio y alimento de muchas especies. Mateo iba comprendiendo día a día que esa obra del universo era perfecta y esencial para la selva.

Pero no todo era tranquilo en aquel sitio. Una tarde, mientras se sumergía en sus travesuras, escuchó que unos hombres hablaban de negocios: iban a talar ese árbol y otros ejemplares de su misma especie para vender su madera cara.

Él sintió mucho miedo porque sabía que si desaparecía el lapacho, no solo se perdería una parte de la selva sino también algo muy valioso para su pueblo y para la memoria ancestral, sino que también se perdería poco a poco, por ambición del hombre, un Monumento Natural de su tierra, la Flor Provincial de Misiones.

¡Él no lo permitiría! ¡No dejaría que el dinero fuera más fuerte que su amor a la naturaleza!

Se sintió devastado al enterarse de que el lapacho negro iba a ser cortado. La noticia le cayó como un balde de agua fría, y se quedó sin aliento. Se imaginó el árbol caído, su sombra desaparecida, y el recuerdo de tantos momentos felices borrado.

Un nudo se formó en su garganta y se sintió impotente. Pero rápidamente, la tristeza se convirtió en determinación y decidió hacer algo para salvar al árbol que tanto amaba.

Inmediatamente se puso en acción, tomando medidas drásticas. Se subió al árbol y se sentó en una de sus ramas, decidido a no moverse de ahí hasta que las autoridades reconsideraran su decisión.

La abuela de Mateo, una mujer apasionada, se enteró de lo que estaba sucediendo y decidió unirse a su nieto en su lucha. Se sentó al lado del árbol, sosteniendo un cartel que decía “Salvemos al lapacho negro”, apoyando a Mateo en su protesta.

La imagen de Mateo en el árbol y su abuela a sus pies, desafiando las pretensiones empresariales, se convirtió en un símbolo de la resistencia y de determinación de la comunidad.

La historia se hizo viral en las redes sociales y pronto se convirtió en un tema de interés nacional. Periodistas de todo el país se dieron cita en el lugar, tratando de capturar la imagen perfecta de un niño y una anciana, representantes de dos generaciones protegiendo la flora regional.

La escena fue muy motivadora, con cámaras y micrófonos por todas partes.

Unidos por una misma causa, empatizantes se fueron sumando. Así, la presión pública y la atención mediática obligaron a las autoridades a reconsiderar su decisión y, finalmente, después de varios días de protesta, se anunció que el lapacho negro sería preservado y protegido.

Mateo bajó del árbol exhausto pero triunfante, sabiendo que habían logrado algo importante. Su abuela lo abrazó y se sintieron orgullosos de haber luchado por algo que creían importante.

La historia de Mateo y su abuela se convirtió en una leyenda y se celebró en la comunidad como un ejemplo de coraje y determinación, tal como el lapacho que florece aún en las condiciones más adversas.

Años después, el lapacho negro continúa siendo un emblema de la comunidad, y Mateo y su abuela son recordados como héroes locales que lucharon por preservar la belleza natural de su entorno.

La sombra del árbol, que puede alcanzar los 20 o 30 metros, seguirá siendo un lugar de encuentro para la familia y los amigos, y espacio de narración de una historia de valentía, inspirando a nuevas generaciones a defender la vida.

Porque así como para los guaraníes el “Tajy” es el “árbol de la vida”, para nosotros es un recordatorio de la belleza y la magnificencia de la creación.